Viajar resulta siempre satisfactorio, aunque el viaje no sea de placer sino por trabajo, porque el viaje de trabajo puede acabar siendo placentero y relajante; al menos yo siempre intento que así lo sea. Tras una larga jornada de trabajo lo primero que pienso es en llegar al hotel y desconectarme del mundo. Y eso es lo que hice hace dos días, durante mi último viaje por motivos laborales. Fue realmente un día duro y cansado, así que lo mejor era darme una ducha templada en antes de tumbarme un rato para descansar y salir luego a cenar. Solté mi ordenador y procedí con mi sesión de terapia de agua templada. El traje que llevaba puesto era un traje gris claro de lana virgen y, aunque el pobre traje estaba pidiendo a gritos ser refrescado un poco para eliminar el sudor del día, yo preferí colgarlo en el armario y dejarlo respirar hasta otra ocasión. En su lugar, opté por vestirme con uno de mis trajes de viaje, es decir, un traje que suelo llevar en mi maleta como parte del conjunto de mi ropa blanca de disfrute. Me puse mi liviano traje blanco que estaba esperándome para ser usado para un buen fin y me dirigí a la ducha. El resto no hace falta explicarlo, pues lo podéis ver en el presente vídeo.
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